23 de mayo de 2014

The hopeless place

En cinco años siento que he vivido de todo y no es para menos pues me he establecido en una de las ciudades más grandes del mundo con sus ventajas entre ellas una supuesta tranquilidad, pero no olvido que no pertenezco aquí, me he adaptado pero mis raíces provienen de aquel lugar que, a decir verdad, nunca me ha gustado pero forma parte de lo que soy.

Veintitrés años pasé en ese idilio agridulce con el terruño polvoriento, a pesar del gusto que me da el regresar a visitar a mi familia me duele saber que la existencia de ellos como la del resto de la población está en la zozobra de la violencia que se ha volcado sobre la ciudad y está dejando marcados a las viejas y nuevas generaciones.

Los (casi) exiliados vemos con desesperación e impotencia la situación que padecen y hasta llegamos a sentir vergüenza de no estar ahí para apoyar a los seres queridos. Algún día volveré y espero que sea para retomar lo bueno que dejé allá, a pesar de todo la esperanza se aferra.





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