13 de agosto de 2008

Orgullo lagunero!!!!


Parece que esto tipejos no se cansan de roer el hueso, y me refiero a los politicuchos que andan por ahí proclamando y pidiendo el voto de los ciudadanos, la voz que clama en el desierto.


Con su ínsipida sonrisa y un toque de PhotoShop que los haga ver menos feos llenan de carteles la ciudad, los llaman 'chapulines' y con justa razón: saltan de aquí a allá buscando un puesto en el gobierno...yo añadiría otra analogía entomológica: Langostas, esos bichitos que sólo salen de su agujero cada determinado tiempo para comer y con ello causar desastre pues son una plaga.



El cinismo es su escudo y la mínima memoria ciudadana su mejor arma; pregonan ser el cambio, bienestar para las familias (¿de quién?), vivir mejor y una larga lista de slogans reutilizables cada periodo electoral.


¿Sabrán lo que significa trabajar? ¿Cumplir obligaciones? Parásitos --->Eduardo Olmos, Salomón Juan Marcos, Salvador Hernández Vélez, Jaime Russek, Verónica Martínez García....Quién más se apunta?



3 Fisgones morbosones:

Eduardo Cabreado dijo...

Yo no me quejaría tanto de la hipocresía de los políticos que se aprovechan del hambre e ignorancia del pueblo (siguen vigentes porque lo permitimos), sino de la asquerosa contaminación visual y auditiva que hacen con sus estúpidas campañas.

TeReSa dijo...

Se conjunta el cinismo de sobrexponerse y que todos los conozcan pero cuando realmente se les busca no dan la cara.

Anónimo dijo...

Este juego tiene mucha lógica. Los votos tienen el mismo valor vengan de quien vengan; si no fuera así, si tuvieran peso, el juego sería diferente. En teoría, los múltiples carteles con dientes expuestos pudieran cambiar la intención del voto de muchos despistados -representan muchos votos y dan de comer a los de las imprentas-. También los regalos pre-electorales que recibimos en nuestras colonias pudieran inclinar la balanza. Sí, es un juego de adultos, competidor del sexo.

Yo no le doy mucha importancia al sufragio, nunca lo he ejercido, porque creo que entre el mejor y el peor administrador público no hay brecha considerable. Nuestro complejo sistema político evita que no haya mediocres, porque además ¿quién puede hacer algo que nadie más pueda llegar a hacer? Así es la democracia moderna.