Recorrido

Soy usuaria asidua de los autobuses de pasajeros en especial para viajes largos de aproximadamente 10 horas o más, mi máximo ha sido 17 horas de camino revolviéndome entre los olores mezclados del aromatizante, sudor, comida y el baño que me hacen recordar las escasas opciones que hay de aerolíneas.

Creo que estos viajes continuos me han enseñado a ser más paciente que alguna plática sobre dicha virtud, pues entre los peculiares olores que encierra este vehículo debo considerar la continua programación de películas de tramas ligeras/tontas que despistadamente voy viendo para amortiguar las monótonas horas por carretera me sirve de actualización de cartelera chafa, podría ocuparme con un libro pero me marea leer estando en movimiento así que mi mejor recurso es tirarme a dormir lo más que pueda si es que no me toca la suerte de que algún niño le dé por llorar o mejor dicho "berrear" mientras sus padres lo ignoran. 

Pero no sólo son los niños fastidiosos también los señores que roncan o tienes esa manía odiosa de hacer gargajos o ruidos con la nariz como sorbiendo mocos; pienso que son pocos los sitios en que la gente se sienta tan en confianza y quitarse lo zapatos, echarse pedos y/o escuchar música sin audífonos estando más personas presentes. 

Aparte de lo anterior, parece que es por el aumento del precio del combustible que los camiones se detienen a subir pasaje donde puedan y hasta uno que otro vendedor de comida, al menos en los Estados del norte siempre ofrecen gorditas, burritos y sodas. Y entre las paradas no faltan los retenes militares, de la Policía Federal, algunos Estatales e inclusive una vez detuvieron al camión unos fulanos del tipo mañoso, por lo que ahora ya al recorrido hay que sumarle unos 40-60 minutos más de lo previsto.

El lado bueno dentro de lo que cabe es que cada recorrido significa que regreso a casa o a conocer un nuevo lugar, hasta los paisajes que aunque los vea deprisa sirven para olvidarse de lo demás, aquel mundo demasiado humano dentro de un gusano de metal.