Seguimos abrazados en el cuarto apenas iluminado por el sol que traspasa las persianas.
Y juntos escuchamos las melodías incomprensibles que silba el viento angustiado que despide al día y trae -tal vez- esperanza.
La tibieza de tu aliento me sublima y ya no pertenezco al mundo, sólo a ti. Un descanso después de tanto sentir, un desgaste de besos y la frente perlada de sudor que humedece los pensamientos áridos por los días que estuvimos separados.
Y juntos escuchamos las melodías incomprensibles que silba el viento angustiado que despide al día y trae -tal vez- esperanza.
El encantamiento se desvanece cuando el verdugo
de ojos rojos nos indica la hora.
de ojos rojos nos indica la hora.
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