20 de octubre de 2010

Corazón cobarde



Angustiosas noches en las que el sueño reparador se vuelve en mi contra y arremete con los delirios más asfixiantes, los sueños se rompen en pedacitos que recojo para arrojarlos a la basura, la luna posa su mano tibia en mi hombro y me hace sonreír.

Dejé mi corazón en algún sitio, o en varios. Lo he buscado y he encontrado restos de él entre el trapeador con el que limpio mi cuarto, ahí donde alguna vez jugamos al amor.

Calle Melancolía

Como quien viaja a lomos de una yegua sombría,
por la ciudad camino, no preguntéis adónde.
Busco acaso un encuentro que me ilumine el día,
y no hallo más que puertas que niegan lo que esconden.

Vivo en el número siete, calle Melancolía.
Quiero mudarme hace años al barrio de la alegría.
Pero siempre que lo intento ha salido ya el tranvía
y en la escalera me siento a silbar mi melodía.

Como quien viaja a bordo de un barco enloquecido,
que viene de la noche y va a ninguna parte,
así mis pies descienden la cuesta del olvido,
fatigados de tanto andar sin encontrarte.

Luego, de vuelta a casa, enciendo un cigarrillo,
ordeno mis papeles, resuelvo un crucigrama;
me enfado con las sombras que pueblan los pasillos
y me abrazo a la ausencia que dejas en mi cama.

Si quieres encontrarme,
ya sabes dónde estoy.


-Joaquín Sabina

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