La buena escritora

Encontrarás o tendrás por lo regular
a un sólo partícipe de tus letras
lo amarás y a los tres días le buscarás defectos
paseando entre iglesias y bares para lucir
lo bien que te sienta el sostén.

Algunas veces, la mente se te llena de lujuria
pero no la sabes explotar
porque el erotismo lo conoces por las novelas de Corín Tellado
y -algunas veces- por el vecino con el que charlas.
La soledad es la palabreja que te sentará unas bolsas en los ojos
acordándote de las palabras exactas para ser recordada.

Los cigarrillos te recuerdan la parte fálica de tu mente
y serán el pretexto para cuando no tienes nada que hacer o decir
entre el corro de hombres intelectuales que hablan de Nietzsche y Juan Rulfo.
Hay que saber reconocer los defectos físicos con los que te pueden catalogar
y enaltece el más ridículo
reniega cuando el amor de dios no te llega;
sé feliz con tus ochenta gatos
y el rictus debajo de los labios que supieron cantar y
recibir uno que otro bofetón.















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Ya está bueno de tonterías.