Por supuesto, los seres humanos tiene momentos adultos, unos cuantos momentos magnánimos esparcidos aquí y allá, y, como es obvio, la muerte es el más importante de todos ellos. La muerte expulsa a ese muchachito obsceno y nos deja con lo que queda de nosotros, simplemente un objeto, sin vida pero puro, como
¿Es posible, no estoy seguro, amar a alguien si lo primero que nos interesa es el provecho que podemos sacar de esa persona? ¿Acaso no paralizan el afán de lucro, y la culpabilidad que de éste resulta, el desarrollo de otras emociones? Se podría argumentar que incluso las personas más decentemente emparejadas se vieron atraídas inicialmente por el principio de la mutua explotación: sexo, protección, apaciguamiento narcisista; sin embargo, todo eso es trivial, humano: la diferencia entre esto último y la verdadera utilización de otra persona es la misma que hay entre las setas comestibles y las que matan: Monstruos Perfectos.
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Ahora bien, si un día se te pasa quedar conmigo, si se te olvida llamarme, se acabó, no volveríamos a hablarnos, ya que yo nunca te llamaría. He conocido a lagartos con esa sangre fría y nunca les he comprendido, aunque yo sea uno de ellos....eso —dijo— es lo único que ninguno de nosotros podremos ser nunca, personas adultas. A menos que entienda usted por adulto un alma envuelta en el sayal y las cenizas de la sabiduría solitaria. Libre de malignidades, envidia, malicia, codicia y culpabilidad.
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Hoy fue un día productivo en el laburo...terminé el libro "Plegarias atendidas" de Truman Capote.
Me encantó.
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